TRIPLE JORNADA LABORAL: LA CARGA INVISIBLE QUE SOBREEXIGE A LAS MUJERES

Despertar, preparar a tu hijo y dejarlo en el colegio. Después del trabajo, pasar a la librería en búsqueda de los materiales para el proyecto de tu hijo ¡Qué suerte! El supermercado no queda tan lejos, aprovechas de comprar lo que falta para el almuerzo. Una vez en casa, no debes olvidar poner la lavadora para tener limpio las camisas de tu pareja.

Esta rutina que a simple vista pareciera ser completamente caótica, simplemente lo es. Sobre todo, en medio de una emergencia sanitaria producida por una pandemia mundial y que ha provocado que las labores asociadas a la maternidad, el trabajo doméstico y el remunerado terminan por concentrarse en un solo espacio privado: El hogar.

MUJER, MADRE Y TRABAJADORA

Más de alguna vez hemos evidenciado (o en su defecto, vivido) cómo a las mujeres se les exige realizar ciertas tareas, sobre todo si son del área del hogar.  Solo basta con ver publicidad y evidenciar lo normalizado que está, y lamentablemente no es solo una visión, sino un hecho. Las cifras arrojadas en la última Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT) del Instituto Nacional de Estadísticas explican que, en promedio, las chilenas utilizan 7 horas al día en tareas del hogar: básicamente una segunda jornada laboral en comparación las casi 3 horas que emplean los hombres en las tareas del mismo ámbito. Al utilizar varias horas de su día en labores domésticas, desencadena una baja libre disposición de su tiempo: de forma diferenciada, las mujeres presentan un 53,1% de pobreza del tiempo en comparación con los hombres con un 35,8%

.Bajo la premisa del acotado tiempo libre que engloba a las mujeres, las cifras adquieren sentido con la existencia de la división sexual del trabajo. Están en una cena familiar, en un cumpleaños, en un asado ¿Quién hace la lista del supermercado? ¿Quién levanta la mesa y lava los platos sucios? Ante estas preguntas son los estudios y la sociedad quienes confirman que son las mujeres.

En presencia de esta realidad, es inevitable pensar cuáles podrían ser las principales razones por las que los hombres no participan de la misma forma que las mujeres, en labores domésticas y de crianza. Ante esta duda, la psicóloga Constanza  Pacheco Bustos nos explica que “vivimos en un sistema patriarcal que relega a las mujeres a (los) trabajos de crianza y labores domésticas”, puesto que “la cultura machista ha criado hombres con la idea que, otra vez, relega a las mujeres a la crianza y el trabajo doméstico”.

 

Pese a que los tiempos han cambiado, parece que esta idea se ha mantenido dentro de los márgenes de la “normalidad”, dado que “si nos paramos en el 2020, primer año de pandemia y confinamiento, lo que vemos es tal cual eso: mujeres cuidando a los hijos y hombres trabajando” nos explica la psicóloga. Por otro lado, Pacheco señala que al no reconocerse el trabajo doméstico, este último recae en las mujeres, por lo que socialmente se espera que estas respondan a sus roles de la mejor forma.

El caso de Tamara del Río es uno de los tantos que existen en nuestro país. Tamara trabaja como paramédico de rescate y además, tiene dos hijos pequeños. Si bien recibe ayuda de su pareja y su madre para el cuidado de los menores, una vez que llega a su hogar sigue el trabajo: lavar la loza, bañar a sus hijos, dejar la ropa lavando, “calculando el tiempo, tengo como una hora libre al día” nos cuenta, “todo lo que tenga que ver con las tareas de la casa, siempre recaen en mí”.

Una vez consultado por la participación de su pareja en el ámbito del trabajo doméstico, nos cuenta que en un principio él no realizaba nada “solo jugaba con los niños, pero eso se debía a que su familia lo crío con esa concepción: las mujeres deben servir para el hombre y los hijos”. Tamara finaliza con que “cuando no puedo realizar algo, le digo que lo haga, aunque no con la excelencia que yo quisiera, pero lo intenta”.

LA CARGA LABORAL GLOBAL Y MENTAL

En una realidad que existe desde siempre, las labores asociadas al trabajo no retribuido, instintivamente tiende a asociarse al campo femenino. Esta situación termina por pasarle la cuenta a una gran cantidad de mujeres que se sienten en la obligación de ejercer, -en simultáneo-, varias labores en una misma jornada, no teniendo la opción de recurrir a otros espacios, y exponiéndolas a estados mentales y emocionales alternados.

Lo anterior denominado sobrecarga laboral global, se define como aquellas labores que engloban tanto el trabajo remunerado como no remunerado, concibiendo dentro de esta, la crianza de los hijos como el del cuidado de adultos mayores. Esta exigencia de responsabilidades produce que las mujeres enfrenten una carga global de trabajo de al menos 73,8 horas semanales.

Según la psicóloga Constanza Pacheco Bustos, este problema termina por desencadenar lo que se conoce como la carga mental. Ello, se traduce en un cúmulo de excesivos pensamientos de los cuales creemos que debemos hacernos cargo, provocando estados saturados en términos psíquicos, emocionales y físicos.

Agrega la experta, que esta especie de intranquilidad mental tiende a manifestarse por medio de cuadros de demasiado estrés (“burn out”), estados de ansiedad, preocupación constante, mal humor, etc. En cuanto a los términos físicos, esto se presenta a través del agotamiento, la fatiga, la sensación de poca energía, como también en problemas asociados a la regulación de los ciclos vitales como el sueño o el apetito alterado.

Otro síntoma que suele ser común en las mujeres y en mujeres madres es la culpabilidad. Pacheco señala que esta sensación se produce cuando estas pretenden otorgarse un tiempo libre, situación que suele ser interrumpida, ya que “se nos ha enseñado y de tantas maneras que la casa ‘depende’ de nosotras o que, si no mantenemos nuestra casa, sentimos que nadie más podría hacerlo”.

 Y aunque no sea un tópico constantemente debatido, todo ello, va de la mano con la creencia que tienen algunos hombres “de que estas tareas son exclusivas de las mujeres y que si lo hacen están ayudando, cuando en realidad el trabajo doméstico debe ser repartido equitativamente entre todas las personas que habitan un hogar, sobre todo cuando en pandemia es uno de los únicos espacios que habitamos”.

Si bien en la actualidad existe un aumento en la realización de las tareas domésticas por parte de los hombres, muchos las ejecutan solo cuando su pareja se los solicita. Aun así, pareciera que esta baja participación suele no ser suficiente. Por este motivo, Pacheco recomienda visibilizar y concientizar sobre lo poco equitativo que resultan las tareas dentro del hogar, para posteriormente cuestionar la escasa participación, y finalmente ejecutar acciones que ayuden a promover la corresponsabilidad en el espacio privado.

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